Cuando conocí a Esther Cidoncha me sentí casi abrumada por el nivel de entrega que me ofreció desde el primer día. Sorprendida por la sensible atención que demostró sobre mis textos. Definitivamente ruborizada por sus generosas apreciaciones. Pronto descubrí que toda esa pasión en torno al jazz era la columna vertebral que sostenía aquella existencia que podía parecer frágil ante miradas distraídas pero que contenía una presencia decidida y vital cuyo caldo de cultivo era sin duda alguna cualquier cotarro que ofreciera esa música salvaje y terriblemente cívica que ella amaba. Para Esther era además importante que en este engranaje del jazz las mujeres fuéramos una pieza real y efectiva. Ella era uno de los bastiones femeninos del jazz ; la más importante en su campo: la fotografía. Tiene sentido que valorara y defendiera esa presencia del sexo fetén en este mundo porque cuando hace décadas ella empezó a captar con su cámara la improvisación musical en España, el jaz...
De nada sirve si no tiene swing (Capítulo 1, versículo 1 del Jazz según Duke Ellington)