El Coloso Y todo lo cambiaste en un segundo sin dignarte a ponerme sobre aviso de que no había ya un suelo donde piso ni un ahora, ni un yo, ni un mismo mundo. Solo una veloz flecha de iracundo júbilo; broncíneo golpe, conciso timbre haciendo diana. Sino preciso, garante de un espíritu fecundo. ¿Qué instrumento dispara dicha al alma? ¿Qué clase de Coloso allí se alzaba? Quizá el trance es un puente hacia la calma de tu puente. Aquel donde sonaba lo inaudito. Donde la única alarma y aviso indefectible te marcaba «Que no puedes estar al mismo tiempo en la Tierra y en el cielo.» La Tierra y el cielo más que un puente fueron templo. © Mirian Arbalejo
De nada sirve si no tiene swing (Capítulo 1, versículo 1 del Jazz según Duke Ellington)