El Coloso
Y todo lo cambiaste en un segundo
sin dignarte a ponerme sobre aviso
de que no había ya un suelo donde piso
ni un ahora, ni un yo, ni un mismo mundo.
Solo una veloz flecha de iracundo
júbilo; broncíneo golpe, conciso
timbre haciendo diana. Sino preciso,
garante de un espíritu fecundo.
¿Qué instrumento dispara dicha al alma?
¿Qué clase de Coloso allí se alzaba?
Quizá el trance es un puente hacia la calma
de tu puente. Aquel donde sonaba
lo inaudito. Donde la única alarma
y aviso indefectible te marcaba
«Que no puedes estar al mismo tiempo
en la Tierra y en el cielo.» La Tierra
y el cielo más que un puente fueron templo.
© Mirian Arbalejo
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