No deja de resultar paradójico que me encuentre escribiendo sobre el género de jazz que menos me simpatiza y al que menos tiempo dedico. La culpa de que me decida a hacerlo la tiene toda Ornette Coleman, ese señor elegante y apacible, al que tanto tiempo y esfuerzo le llevó que se aceptara su concepción visionaria, que ya en la década de los cincuenta provocó todo tipo de posturas enfrentadas entre el público, la crítica y los propios músicos.
No seré yo quien defina el freejazz; en primer lugar, porque seguramente, sólo con acercarme al concepto y a la etimología, resultaría un ladrillo insufrible, y en segundo lugar porque creo mucho más didáctico y reconfortante recurrir directamente a la música en sí.
De eso sí puedo atreverme a contar. Contar que yo temía que con Ornette Coleman sucediera como con tantos otros conciertos de este género del Género, que me encontrara de repente en cualquier otro sitio que no fuera el concierto en el que estaba, en pocas palabras y con un poco de vergüenza: que me aburriera.
Nada más lejos. Son esos momentos que el jazz tanto me ha traído, esos momentos que se atesoran, sorprenden, dignifican, divierten, emocionan. Nunca habría imaginado que se pudiera componer y versionar así. Cuando interpretó este año en Mendizorrotza su visión o su capricho de La consagración de la primavera, simplemente no podía creer lo que estaba escuchando. Fue un regalo de los que no se olvidan.
Ornette Coleman ya no tiene nada que demostrar a nadie, pero a sus 77 años sigue creyendo en lo que hace. Qué suerte para nosotros.
Podréis disfrutar de él el día 11 de noviembre en el C C de la Villa. Parece que repite la misma formación de los últimos meses, aunque no con los mismos músicos. Sí le acompaña su hijo Denardo Coleman, y digo "su hijo" anecdóticamente, pues es ante todo buen baterista y veraz herramienta del genio septuagenario. Esperemos que, tal y como ha venido haciendo últimamente, nos permita disfrutar de su capacidad multiinstrumentista, apoyada de nuevo en su cuarteto raro –en el sentido que queráis de la palabra–, pues completan la formación dos contrabajos: uno acústico y otro eléctrico.
Ojalá este domingo vuelva a traernos ese milagro de la primavera; y si nos honra con su traje azul eléctrico, mejor que mejor.
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