A veces me encuentro envidiando la figura de la reina de Inglaterra. No el desempeño del cargo, sino que a menudo se haya convertido en musa y destino de grandes obras musicales –a veces en vida; a veces tras su muerte– a lo largo de los siglos.
Una de las piezas de Purcell
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Tal sucedió con la reina María II de Inglaterra y la hermosa música que Henry Purcell compuso para los fastuosos funerales que tuvieron lugar tras la muerte de la joven reina.
Y así pasó también con la actual monarca, Isabel II, tras el encuentro que en 1958 tuvo lugar entra ella y Duke Ellington.
Remontémonos a ese año para recordar los acontecimientos que desembocarían en la composición de The Queen's Suite (La Suite de la Reina).
George Lacelles, conde de Harewood (y primo de la reina) dirigía en 1958 en festival musical de Leeds, que ese mismo año celebraba su biecentenario. La convocatoria de la orquesta de Ellington no sólo respondía a la gran afición al jazz de Lord Harewood, sino también a la sugerencia de su hermano Gerald Lascelles, crítico musical y responsable, junto con Sinclair Traill, de la publicación de Just Jazz durante la década de 1950.
En un principio el proyecto se topó con algunos problemas para poder llevarse a cabo, pues la antelación con que se avisó al representante de Duke no era suficiente para poder poner en marcha una orquesta con tantos compromisos.
No obstante, y tras la intermediación de la esposa de Gerald, la actriz británica Angela Lascelles, Ellington aceptó personalmente la propuesta y se comprometió a formar parte del programa del festival.
En octubre de ese año tuvo lugar el concierto en el Odeon de Leeds con la orquesta de Ellington casi al completo.
Sea como fuere, el concierto se desarrolló de forma satisfactoria y contó con la presencia del príncipe Felipe de Edimburgo –ya entonces entusiasta seguidor de la música de Duke– acompañado en esta ocasión por Benjamin Britten. Sin embargo, y al contrario de lo que aseguraba Angela Lacelles, la reina no acudió.
Remontémonos a ese año para recordar los acontecimientos que desembocarían en la composición de The Queen's Suite (La Suite de la Reina).
El viaje a Inglaterra
George Lacelles, conde de Harewood (y primo de la reina) dirigía en 1958 en festival musical de Leeds, que ese mismo año celebraba su biecentenario. La convocatoria de la orquesta de Ellington no sólo respondía a la gran afición al jazz de Lord Harewood, sino también a la sugerencia de su hermano Gerald Lascelles, crítico musical y responsable, junto con Sinclair Traill, de la publicación de Just Jazz durante la década de 1950.
Uno de los carteles publicitarios del concierto (Bradfordtimeline) |
En un principio el proyecto se topó con algunos problemas para poder llevarse a cabo, pues la antelación con que se avisó al representante de Duke no era suficiente para poder poner en marcha una orquesta con tantos compromisos.
No obstante, y tras la intermediación de la esposa de Gerald, la actriz británica Angela Lascelles, Ellington aceptó personalmente la propuesta y se comprometió a formar parte del programa del festival.
En octubre de ese año tuvo lugar el concierto en el Odeon de Leeds con la orquesta de Ellington casi al completo.
En esta reseña de G. E. Lambert para Jazz Monthly sobre aquella actuación podemos leer, entre otras cosas, que Harold Baker no pudo actuar por encontrarse enfermo; sin embargo, otras crónicas de la época aseguran que Baker no se ausentó por problemas de salud, sino porque se había quedado rezagado en Escocia literalmente incapaz de separarse del whiskey que allí descubrió.
Programa de la gira de la orquesta de Duke Ellington por Inglaterra (National Jazz Archive) |
El encuentro tuvo lugar en la recepción que se llevó a cabo con motivo del bicentenario del festival.
De la información que nos ha llegado, sabemos que dedicó a la reina uno de sus habituales piropos marca de la casa, pues, tras preguntarle si era su primera visita a Inglaterra, Ellington respondió: "Oh, estuve aquí por vez primera en 1933; muchos años antes de que usted naciera, majestad". Sí, imagináis bien: Isabel II de Inglaterra, Londres, 1926.
Parece que la conversación que mantuvieron no fue ni demasiado larga ni especialmente destacable, sin embargo, Ellington comentó años después que la única vez que sufrió miedo escénico en toda su vida fue durante ese encuentro. Este hecho llama mucho mi atención, puesto que Duke estaba ampliamente acostumbrado a tratar con personalidades públicas de toda naturaleza.
En cualquier caso, parece que él mismo comentó en ese momento que compondría una música para conmemorar su encuentro.
Y así fue. Unos meses después convocó a su orquesta en el estudio de grabación tras haber compuesto The Queen's Suite.
Parece que la conversación que mantuvieron no fue ni demasiado larga ni especialmente destacable, sin embargo, Ellington comentó años después que la única vez que sufrió miedo escénico en toda su vida fue durante ese encuentro. Este hecho llama mucho mi atención, puesto que Duke estaba ampliamente acostumbrado a tratar con personalidades públicas de toda naturaleza.
En cualquier caso, parece que él mismo comentó en ese momento que compondría una música para conmemorar su encuentro.
Y así fue. Unos meses después convocó a su orquesta en el estudio de grabación tras haber compuesto The Queen's Suite.
La Suite
La próxima vez que lo escuchéis, recordad The Queen's Suite.
Componer una suite en conmemoración de haberte conocido es hacer algo en exclusiva. Convocar a tu orquesta y costear la grabación de la pieza también lo es. Pero producir un solo ejemplar del disco y entregártelo tras haber dado estrictas instrucciones de no hacer la suite pública durante el resto de tu vida, eso es crear algo realmente exclusivo.
Pablo Records publicó la obra en 1976, un año después de la muerte de su autor.
Duke Ellington sabía cómo hacer las cosas y actuaba en sus proyectos musicales (para él proyectos vitales) con una pureza que podría pasar por candidez pero que, en mi opinión, respondía más bien a una existencia comprometida y profundamente coherente.
La concepción y composición de esta suite sería sólo uno de tantos ejemplos.
Esa coherencia de que os hablo se mantiene a lo largo de la composición, respetando un hilo argumental, visual y musical.
La suite se compone de seis movimientos que describen escenas extraordinarias de la naturaleza que Ellington encontró a lo largo de sus viajes.
Sunset and the Mocking Bird
En su autobiografía La música es mi amante, cuenta Duke que en una de sus giras por Florida percibió desde su autocar el canto de un pájaro que hasta entonces nunca había escuchado. Iban mal de tiempo y a elevada velocidad, de modo que no podían para a disfrutar del canto de aquel ave. Tomó su libreta e intentó plasmarlo en el pentagrama. Mas tarde, se dedicó a reproducir ese sonido silbando el trino a los lugareños hasta que descubrió el nombre del pájaro. Era un sinsonte (mockingbird).Así suena un mockingbird:
Y así lo interpreta Duke Ellington:
Creo que la música habla por sí sola, pero para reforzar la idea que quiero transmitiros de la capacidad de transcender épocas, prejuicios y etiquetas, os dejo la opinión de William DuVall, cantante de grupo de rock Alice in Chains, sobre la suite y, muy especialmente, sobre este Sunset and the Mocking Bird:
DuVall: I have so many favorites among Duke Ellington’s peerless catalog of compositions, but one that I come back to time and again, particularly when I need to be reminded of the endlessly beautiful possibilities in life, is “Sunset And The Mocking Bird,” the first movement from his “Queen’s Suite.” Recorded on April 4, 1959, for Queen Elizabeth II, “The Queen’s Suite” was only made available commercially in 1976, the year following Ellington’s death. Prior to that, it existed solely on the single vinyl copy pressed exclusively for Her Majesty and presented to her by the composer. “Sunset” is based on one of Duke’s simpler yet nonetheless evocative themes, introduced by the maestro alone on piano. The moment when the orchestra drifts in like an ocean breeze to join him is one of the most soothing and breathtaking sounds I’ve ever heard. From there, it just gets better: those velvet horns, the fluttering and cascading counter-melodies, Duke’s thoroughly modern phrasing and comping, the awesome pocket the whole ensemble creates, Johnny Hodges’ soaring restatement of the melody at 2:35. It’s all magnificent.
Fuente: Magnet Magazine.
Es evidente que DuVall conoce bien la suite, comprende lo que sucede y disfruta de ello. Creo que describe muy bien este primer movimiento, destacando la calidez del viento-madera –una de las constantes de la suite–, en este caso en el clarinete de Jimmy Hamilton. Sólo me gustaría añadir el que considero el momento más emocionante de la pieza, hacia el minuto 1:40, cuando vuelve el piano de Duke al tema.
Lighting Bugs and Frogs
Lo que inspiró este tema fue un escenario que Ellington encontró al perderse buscando un club en el que debían actuar en el estado de Ohio.Al bajar del vehículo donde viajaba, presenció el espectáculo que brindaban cientos de luciérnagas brillando en la ribera del río; le pareció un ballet sobre un escenario. Debajo, en el foso, la orquesta la formaban las ranas croando.
Tras un comienzo en el que Billy Strayhorn homenajea a Saint-Saëns, el tema se va convirtiendo en esa danza de luces respaldada por la calidez del sonido que será una constante en toda la suite. Efectivamente, fue Strayhorn quien compuso la pieza. Él no estuvo allí para presenciar aquel singular ballet; lo hizo a partir de la descripción de Duke Ellington, y, como ya sabemos, según parabras del propio Ellington: "Billy Strayhorn era mi brazo derecho, mi brazo izquierdo, los ojos en mi nuca; sus ondas cerebrales estaban en mi cabeza y las mías estaban en la suya".
Algo parecido a esto presenció Ellington:
Y así lo contó Strayhorn [avanzar hasta 3:50]:
Le Sucrier Velours. Northern Lights
Decía Duke que Northern Lights representaba la majestad, mientras que Le Sucrier Velours definía la belleza.
La aurora boreal en Canadá (wikimedia) |
Y, ciertamente, así es el tema de Ellington.
El cuarto movimiento de la suite, Northern Lights está dedicado al, efectivamente, majestuoso espectáculo de la aurora boreal; en concreto, Ellington pretende recrearlo tal y como lo contempló en Canadá.
The Single petal of a Rose. Apes and Peacocks
Apes and Peacocks está basado en un pasaje de la Biblia en el cual la reina de Saba hace entrega de una serie de ofrendas al rey Salomón. De entre los pingües regalos exhibidos, Ellington seleccionó monos y pavos reales para componer el último movimiento, en el que el armoniza con facilidad la magnificencia y lo fastuoso.
Pese a que The Single Petal of a Rose es el penúltimo movimiento de la obra, he querido que sea la pieza que cierre este texto sobre The Queen's Suite.
Como bien imagináis, esta elección no es fortuita.
Creo que, de algún modo, éste es el tema clave de la suite por varias razones.
En primer lugar, se trata del único movimiento no orquestado; casi toda la pieza es un solo de piano de Ellington, por momentos arropado por el contrabajo de Jimmy Woode. Esto marca una diferencia con el resto de los movimientos.
Por otra parte, cuando en alguna ocasión tocó en público The Single Petal of a Rose, lo hizo siempre en solitario, y en todas y cada una de las ocasiones dedicó el tema a la reina de Inglaterra, comentando que fue ella quien le inspiró a componerlo.
No era habitual que eligiera movimientos de la suite en sus conciertos, pero cuando lo hacía solía dedicarlos a sus compañeros.
Excepto con The Single Petal of a Rose, resultado de un breve encuentro con otro ser humano en octubre de 1958.
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