Marty Paich era un hombre entregado a su profesión. De hecho, lo cierto es que la música no fue nunca para él una ocupación laboral, sino el elemento básico en que se desarrolló su vida. Tanto es así que, pese a su tremendo peso en la industria, nunca mostró interés por la promoción ni tuvo un agente en su medio siglo de carrera. Sabemos además que la cantidad de arreglos de Paich sin acreditar es bastante cuantioso, y éste es otro dato que muestra el carácter y las motivaciones del artista respecto a lo que era entonces el epicentro de la industria musical del planeta.
Pero comencemos por el principio; en este caso un 23 de enero de 1925, fecha en que Oakland (California) vio nacer a Martin Louis Paich. Lo suyo fue la música desde chaval (con 10 años ya había montado su primera banda); era además un ávido oyente y un estudiante extraordinario (se graduó magna cum laude en el conservatorio de Los Ángeles, contando entre sus títulos con un máster en composición. Fue alumno de Mario Castelnuovo-Tedesco durante cuatro años, así como de Arnold Schönberg, cuyas lecciones fueron el germen de que en el futuro se le considerase un referente de la orquestación sinfónica, muy especialmente por sus arreglos para cuerda).
De modo que sí, todo en Marty Paich indicaba con luz de neones que aquel hombre era músico. Y quizá en este punto habría que reflexionar sobre este término. ¿A qué llamamos músico? ¿Al intérprete? ¿Al compositor? Bueno, Paich era ambos. Pero aparte de un consagrado pianista y un gran compositor, fue arreglista, productor, líder de diversas formaciones y director de orquesta.
Pese a ello, no es una figura demasiado conocida fuera de los círculos profesionales. Quizá podría pensar el lector que sus colaboraciones fueron limitadas o acotadas a un género poco popular pero esa posibilidad cae en picado si compartimos algunos nombres de los músicos con quienes colaboró (que abarcan la música clásica, el blues, la bossa nova, el jazz, la música para cine, el soul o el pop). Algunos ejemplos son Frank Sinatra, Terry Gibbs, Sarah Vaughan, Chet Baker, Stan Kenton, Ella Fitzgerald, Mel Tormé, Shorty Rogers, Art Pepper, Lena Horne, Peggy Lee, Linda Ronstadt, Stan Getz, Sammy Davis Jr., Aretha Franklin, Barbra Streisand, Michael Jackson, Astrud Gilberto, Sonny y Cher, Ray Charles, George Benson o su alumno James Newton Howard.
En cine suyos fueron los arreglos en la película de Disney La Dama y el Vagabundo, compuso la música para la serie Ironside (por la que ganó el Emmy) y añadió el «toque Paich» en partituras tan conocidas como las de los filmes Grand Canyon o Pretty Woman. No en vano el compositor John Williams se refería a él como «los mejores oídos del gremio».
Entonces, ¿cómo es posible que haya pasado desapercibida esta prolífica e influyente figura? Es difícil dar una respuesta satisfactoria pero posiblemente una de las razones resida en que al propio Marty Paich poco le importaba este aspecto. Humildad es uno de los epítetos que más repiten aquellos que lo conocieron. Su foco era la música; lo demás era secundario, incluyendo su nombre y apellido. Digamos que en ese sentido fue una suerte de Billy Strayhorn de la costa oeste pero con un abanico genérico mayor.
Si querías una opinión relevante o, directamente, mejorar una partitura, marcabas el número del rancho de Marty Paich, ya fueras Michael Jackson o una pequeña banda local de jazz.
Heal The World (Dangerous. Epic Records, 1991): compuesta por Jackson y Paich. Arreglos intrumentales y polifónicos, dirección y teclados: Marty Paich
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Y precisamente en jazz fue una de las figuras clave de uno de los movimientos más importantes de la historia de esta música, lo que llamamos el West Coast (aquel sonido que se originó en la costa oeste de EE UU, vamos). Ya fuera como líder o sideman, como intérprete o arreglista, el eclecticismo de Paich, su capacidad y gusto para los arreglos, su estilo, sensibilidad e impecable estética hicieron que podamos encontrarlo entre los títulos más destacados de la década de 1950.
Una de las muchas aportaciones de Paich tiene que ver con la extensión de la paleta cromática del sonido. Revisó lo que se conocía como los «Four Brothers» (cuatro hermanos), término que se hizo muy popular en el jazz de la costa oeste a partir de la composición homónima de Jimmy Giuffre y, más exactamente, de la sección de saxofones tenores de la orquesta de Woody Herman. Paich y Shorty Rogers —que no sólo buscaban otro sonido sino que además experimentaban a menudo con formaciones más reducidas— lo cambiaron a tres tenores y un barítono (o una flauta) y dieron protagonismo a la trompa y la tuba.
Sweetheart of Sigmund Freud. Cool and Crazy, de Shorty Rogers «y sus Giants» (RCA BMG, 1953), con Marty Paich al piano
Paich-Ence. The Marty Paich Octet (GNP. 1955)
Su colaboración con Mel Tormé fue la más extensa en el tiempo; aún hoy para muchos Tormé alcanzó su cumbre musical durante su trabajo junto con el Dek-tette (pequeña orquesta de diez instrumentos) de Marty Paich.
Lulu’s Back in Town: Mel Tormé with the Marty Paich Dek-tette (Bethlehem Records, 1956)
Blues for Sylvia, tema de Brown y Paich, del álbum Bass Hit! (Verve, 1957) de Ray Brown, con arreglos y dirección de Paich
En la Dream Band de Terry Gibbs se produjo uno de los encuentros de referencia para cualquier interesado en el jazz, pues, ya en su estreno en el club Seville de Hollywood, Gibbs contó nada menos que con arreglos de Bill Holman, Bob Brookmeyer, Al Cohn y Marty Paich.
Opus One (arreglo de Marty Paich, que con una big band pudo emplear toda la artillería). Terry Gibbs Dream Band Vol. 1 (1959).
Su amistad y amplísima colaboración musical con Art Pepper —por cuyo sonido sentía devoción— resultó uno de los tándemes de mayor valor que nos ha dejado el jazz West Coast.
Donna Lee y Walkin'. Art Pepper + 11 (Contemporary Records. 1960)
Como líder, Marty Paich mostró su personalidad inquieta y creadora, editando discos en trío, cuarteto, octeto, pequeña orquesta de 10 instrumentos (su famoso dek-tette) y big band.
Lazy Afternoon. The Broadway Bit (Warner Bros. Records.1959)
Es probable que el paso de este músico en versales nos resulte nebuloso hoy en día. Puede incluso que sólo hayamos sido capaces de percibir la reminiscente impronta de su sonido. Pero Marty tejió algo único, y la urdimbre de sus pentagramas cubrió tantos frentes y con tal avidez de creación que ya no cobra importancia su desinterés en ver el nombre de Marty Paich en un lugar prominente y perdurable. No. Ahora debe importarnos a nosotros.
Ⓒ Mirian Arbalejo
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