Carles Benavent Quartet.
The Joshua Redman Trio.
Jueves 15 de noviembre de 2007. 21:00. Centro Cultural de la Villa.
Casi lleno.
Inauguró la velada uno de nuestros músicos de toda la vida, el bajista Carles Benavent, coprotagonizando guión con Jordi Bonell a la guitarra. Optó Benavent por la fiesta de la fusión, con su visión jazzera de la bulería y del flamenco en general –ahora tan en boga, pero presente casi desde siempre en músicos como él–. Trajo además una sorpresa que marcó un punto de inflexión en lo que sería el carácter del resto del concierto de la(s) mano(s) de un músico al que conoció tocando en la calle, junto a la Catedral de Barcelona: Ravid Goldschmidth, que ejecutó el curioso y efectista hang. El sonido y la apriencia del hang, con su forma de lenteja espacial y su melodía envolvente, junto con la presencia de Goldschmidth, de blanco inmaculado hasta en los guantes, provocó una evidente atención y atracción en el ya incorpóreo público.
Tras el descanso, un impaciente y entregado auditorio recibió casi con ovación a Joshua Redman, músico muy querido en Madrid y allá donde pisare. Comenzó dulce y potente, convirtiendo lo melódico del tándem inmortal Rodgers/Hammerstein en bienvenida cercana y certera de lo que había por llegar. El trío, completado por Reuben Rogers al contrabajo y un acertado Gregory Hutchinson a la batería, formó un ensamblaje ideal de apoyo mutuo, de modo que fue uno solo cuando le vino en gana.
Muy pronto llegó uno de los mejores momentos del concierto; fue con la elección de uno de los temas de su último trabajo ("Back East"), Mantra n.º 5, para el que eligió pasarse al soprano. Fue jazz, sí, pero fue sobre todo impresionismo. Etéreo, mágico y raro; eso consiguió con composición y ejecución propia, recordando por momentos a Debussy a pesar de y gracias a una formación de trío de jazz.
De la euforia hardbopera de Monk, nos llevó hasta la bossa nova melancólica de Jobim con Insensatez. Si hace un párrafo, Joshua Redman era inequívocamente francés, os aseguro que en este momento ese saxofón era brasileño. Esperemos que siga siendo todo lo que quiera, que siga componiendo todo lo que imagine y que siga interpretando con todo antojo de profundis:
The Joshua Redman Trio.
Jueves 15 de noviembre de 2007. 21:00. Centro Cultural de la Villa.
Casi lleno.
Inauguró la velada uno de nuestros músicos de toda la vida, el bajista Carles Benavent, coprotagonizando guión con Jordi Bonell a la guitarra. Optó Benavent por la fiesta de la fusión, con su visión jazzera de la bulería y del flamenco en general –ahora tan en boga, pero presente casi desde siempre en músicos como él–. Trajo además una sorpresa que marcó un punto de inflexión en lo que sería el carácter del resto del concierto de la(s) mano(s) de un músico al que conoció tocando en la calle, junto a la Catedral de Barcelona: Ravid Goldschmidth, que ejecutó el curioso y efectista hang. El sonido y la apriencia del hang, con su forma de lenteja espacial y su melodía envolvente, junto con la presencia de Goldschmidth, de blanco inmaculado hasta en los guantes, provocó una evidente atención y atracción en el ya incorpóreo público.
Tras el descanso, un impaciente y entregado auditorio recibió casi con ovación a Joshua Redman, músico muy querido en Madrid y allá donde pisare. Comenzó dulce y potente, convirtiendo lo melódico del tándem inmortal Rodgers/Hammerstein en bienvenida cercana y certera de lo que había por llegar. El trío, completado por Reuben Rogers al contrabajo y un acertado Gregory Hutchinson a la batería, formó un ensamblaje ideal de apoyo mutuo, de modo que fue uno solo cuando le vino en gana.
Muy pronto llegó uno de los mejores momentos del concierto; fue con la elección de uno de los temas de su último trabajo ("Back East"), Mantra n.º 5, para el que eligió pasarse al soprano. Fue jazz, sí, pero fue sobre todo impresionismo. Etéreo, mágico y raro; eso consiguió con composición y ejecución propia, recordando por momentos a Debussy a pesar de y gracias a una formación de trío de jazz.
De la euforia hardbopera de Monk, nos llevó hasta la bossa nova melancólica de Jobim con Insensatez. Si hace un párrafo, Joshua Redman era inequívocamente francés, os aseguro que en este momento ese saxofón era brasileño. Esperemos que siga siendo todo lo que quiera, que siga componiendo todo lo que imagine y que siga interpretando con todo antojo de profundis:
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Nacho Arbalejo