Hace unos días tuve que pasar varias horas en la sala de un edificio público en el que sonaba una radio. Reconozco que no recurro habitualmente a este medio; básicamente por la programación que se emite en España y porque, generalmente, mi dinámica suele consistir en ir cambiando el dial desesperadamente para acabar por apagar el aparato, con excepciones a las que acudo cuando el horario de emisión de esos programas es compatible con la vida en la Tierra.
Por estas razones, mi relación más habitual con la radio son los podcast.
Pero en aquella ocasión no estaba en mi mano elegir qué se emitía. De modo que allí me encontraba, escuchando una emisora de lo que se denomina música comercial —un título muy certero y con todo pudor superado, por cierto— y rodeada de personas que parecían disfrutar algo que, por momentos, se me iba haciendo difícil. Confieso que mi primera reacción fue algo cercano al pánico: ni quería ni podía seguir escuchando aquello. Gradualmente fue ganando mi atención el hecho de que en mi entorno no había ni disgusto ni resignación respecto a aquel mantra de música lineal.
Quien tenga interés por géneros no considerados comerciales sabe perfectamente a qué me refiero: no fue en modo alguno una revelación, sino una causa de reflexión; al fin y al cabo la pieza fuera del engranaje era claramente yo. Y engranaje es, claro está, la primera conclusión evidente a la que se llega: nada nuevo bajo el sol. No tengo interés en explicar o analizar por qué se elige lo que se emite en la radiofórmula (emisoras con un modelo de programación monotemático); ya sabemos todos que las motivaciones no son musicales, con lo cual estoy convencida de que otras plataformas de diferente temática a la de este blog -mercadotecnia, economía o publicidad- lo interpretarán con mayor rigor del que yo sería capaz.
Sí recordé este artículo de Music.Mic, en el que hace semanas se reconocía que, como reza el título del texto, "La industria musical está literalmente lavándote el cerebro para que te gusten canciones de pop malas" [en inglés].
Autor: SadieMae en Deviantart |
Si hemos de basarnos en méritos musicales y exigencias de los oyentes, ¿podría recurrirse a una música más completa (musicalmente hablando)?
¿Qué busca la audiencia de una emisora comercial?
Parto de la base de que el oyente de radiofórmula no se sentirá atraído por ningún programa con la palabra jazz en el título, ya sea por convicción, por prejuicio, por miedo o por, sencillamente, claridad en sus gustos. Buscará, por tanto, una programación en la que la música no sea sinónimo de complejo, dando prioridad, como hemos apuntado anteriormente, a la melodía. ¿Deja esto fuera a una música más elaborada? En absoluto.
La melodía es imprescindible en cualquier tema de cualquier género; sin melodía no existe nada: es la espina dorsal de cualquier composición. Habrá diferentes modos de estructurarla más o menos afines a cada género musical, pero siempre estará presente.
Entiendo que, en la audiencia que nos ocupa, la melodía ha de estar presente continuamente y ser fácilmente reproducible al poco de escucharla. ¿Es esto incompatible con un trabajo armónico y rítmico más elaborado? No lo es.
Para respetar una cierta equidad —y un límite justo de maniobra— en los ejemplos a los que he recurrido, sólo compartiré temas de álbumes editados en 2014.
Uno de estos trabajos que ofrecen una melodía clara sin perder una interpretación personal (de Gretchen Parlato en este caso), apoyada en una sección rítmica creativa y bien ensamblada es You're Still The One, del disco de Otis Brown III The Thought Of You.
Si existe la necesidad de alternar distintas atmósferas anímicas, podemos entonces recurrir a It's A Good Day, el disco que ha publicado este año Cyrille Aimée:
¿Sería recomendable retomar temas míticos con los que ya se esté familiarizado? ¿Qué tal Off The Wall, de Michael Jackson?
Siendo realistas con las emisoras de música comercial
La otra cara de la moneda es el emisor de esta música, o, dicho de otro modo, quien elige la música para quien ha elegido su emisora.
Las motivaciones, claro está, no tienen mucho que ver con las que mueven a quien selecciona ese dial para pasar su tiempo. Como se ha comentado antes, no corresponde ni interesa a esta bitácora ahondar en el funcionamiento de esta industria, pero sigue existiendo el propósito de saber si habría lugar en ella para una programación mejor basándonos en factores objetivos desde el punto de vista musical —aunque extienda éste levemente a otros campos más relacionados con la mercadotecnia en este apartado—.
Si obviamos estas pautas musicales que revisamos en relación con lo que busca el oyente y nos situamos en un terreno más cercano al pragmatismo de un ente de difusión y promoción como es la radio, quizá sería lógico recurrir a los nombres habituales en el medio.
¿Es difícil encontrar esta curiosidad por una música más sofisticada en músicos mundialmente conocidos? No lo es.
Un ejemplo de ello es el single del próximo trabajo de David Bowie, Sue (or In A Season Of Crime), grabado con la big band de María Schneider:
Si el efecto resulta demasiado futurista, ¿necesita esta musica estar muy acotada a unos cánones que se creen —pese a no ser— indicativos de una época específica? Es decir, una vez superadas las razones de estilo ya explicadas, ¿debe la música comercial sonar a, digamos, un tipo de siglo XXI concreto?
Pero el pop permite una constante revisión de la década de los ochenta, ¿por qué no hacerlo con épocas anteriores? ¿Parece demasiado forzado? No lo es: Amy Winehouse lo hizo con el soul de influencia de los sesenta en Back to Black y reinó en la radiofórmula.
Podría pensarse que una diva que hace un éxito de un trabajo con reminiscencias del siglo pasado es una excepción, pero no es cierto. De hecho, una estrella del llamado star-system se ha aventurado más allá en el tiempo y en el estilo y ha publicado un disco de estándares de jazz.
¿Alguien poco conocido o una vieja gloria? En absoluto, es Lady Gaga, cuyo trabajo a dúo con Tony Bennett se compone en su totalidad de estos clásicos del jazz.
Talento, trabajo y versatilidad pueden encontrarse en todos los géneros, y por ello he querido acercar esta selección espontánea de música que está a nuestro alcance y que, creo, cumple las premisas de aquellos que recurren habitualmente a la música comercial y que suelen evitar composiciones que llevan cualquier otra etiqueta.
Se puede y se debe hacer jazz melódico. Seremos nosotros quienes seleccionemos de qué repisa queremos tomarlo, pero él, por su naturaleza versátil y creadora, tiene la potestad de estar en todas partes.
Es un sombrero capaz de cubrir varias cabezas, ya sean éstas antros o teatros, orquestas sinfónicas o la radiofórmula. Sólo hay que dejarlo sonar.
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