Lugar: Festival Noches del Botánico. Real Jardín Botánico Alfonso XIII. Madrid
Hora: 21:00 (Retraso. Comienzo a las 21:40)
John Scofield (guitarra, bajo) - Brad Mehldau (piano, Fender Rhodes) - Mark Guiliana (batería, percusión eléctrica)
Antonio Sánchez y Migration Band: Antonio Sánchez (batería), Thana Alexa (voz), Seamus Blake (saxo tenor, EWI), John Escreet (piano, Fender Rhodes), Matt Brewer (contrabajo, bajo eléctrico)
Grandes nombres formaron el reclamo para que el público se decidiera por asistir a este concierto: recopilar el número de galardones —desde decenas de Grammys hasta el Globo de Oro— y de álbumes publicados como líderes o sidemen que reúnen entre estas consagradas figuras del arte de la composición y la interpretación nos llevaría un tiempo más que considerable. Sin embargo, el valor de las actuaciones que tuvieron lugar en el escenario de Noches del Botánico no residen en listados ni currículos, pues la prueba de fuego del músico es siempre el hic et nunc: lo valorable para un público —y para el propio músico— es lo que sucede aquí y ahora.
Las dos propuestas, definitivamente diferentes en su concepto y desarrollo, tuvieron algo en común, y es que giraban en torno a sus respectivos bateristas, hecho éste muy poco frecuente, pero comprensible cuando nos encontramos ante dos de los mejores profesionales de la batería que existen en la actualidad.
El ecléctico e inventivo Mark Guiliana fue el cimiento sobre el que se sustentó el trío que completaron John Scofield y Brad Mehldau. Su batería fue constante pero nunca invasiva.
Brad Mehldau, John Scofield y Mark Guiliana fotografiados por Sergio Cabanillas |
Comenzaron el concierto con Wake Up, tema de Mehldau, cuyos coros al teclado nos dieron la pista para reconocer las intenciones creativas del supertrío, tomando la esencia de la anterior colaboración entre Guiliana y Mehldau en su álbum Mehliana, y las experiencias musicales del baterista con Dave Douglas, buscando ahora la creación en trío de un ambiente disco sofisticado desde el beat music de una batería incesante.
Con Pop Ho hubo un marcado cambio de tercio, en el que el funky ostinato de Scofield fue llevándonos de manera imperceptible por un viaje de géneros, en el que nos hizo visitar el rock, el blues y el jazz pese a sufrir en pleno tema problemas técnicos con el amplificador (problemas que, desgraciadamente, la banda de Antonio Sánchez hubo de experimentar más tarde). Lo solventó tomando su bajo, lo cual, junto con el apoyo de Guiliana resultó la base rítmica ideal para la improvisación de Mehldau. Cuando por fin pudo retomar la guitarra, John Scofield se resarció con un solo memorable en el que fue capaz de hacer que su instrumento cantara, silbara y hasta gruñera, quizá como rapapolvos al error ajeno que le había hecho tener que dejar la guitarra minutos antes.
No funcionó así It Was What It Was, que, entre la búsqueda de lo ascético y la visión de lo desapacible, perdió a parte del público.
Lo recuperaron con su siguiente pieza, con Mehldau al piano creando coros de inspiración definitivamente clásica, con el obbligato de la guitarra, comprendiendo y dialogando con Mehldau sobre una rítmica de Guiliana inventiva pero nunca intrusiva, haciendo evolucionar un tema que se mece entre el clasicismo, el jazz y el pop, con sonidos ricos y una evolución in crescendo, remarcada por la interpretación al unísono de Mehldau a los teclados y al piano.
Love The Most fue la personificación del género musical que consigue ser Scofield cuando es uno solo con su guitarra. Un tema melódico, límpido en la interpretación y cargado de emoción.
El bis, More Jungle, trajo el solo de Guiliana: ligero, infalible, ofreciendo su sofisticación polirrítmica en bandeja delicada. Un solo que se disfrutó —y mucho— pese a que el público, a esas alturas del concierto, tenía muy claro la clase de músico excepcional ante quien se encontraban. Y es que Mark Guiliana fue la verdadera amalgama de este proyecto que lleva apenas un mes de bagaje. Un trío de personalidades musicales en la categoría de excelencia que aún busca su identidad, no como trío, sino como proyecto musical. Haremos bien en vigilar su evolución.
Totalmente diferente fue la propuesta de Antonio Sánchez y su Migration Band, que presentaron un todo de gran coherencia: una suite en cinco movimientos con un relato rico narrado por un quinteto que fue un solo ente.
Antonio Sánchez y su Migration Band fotografiados por Sergio Cabanillas |
Existe algo definitivamente ellingtoniano en la manera en que Antonio Sánchez ha compuesto esta poligenérica suite, pues parece innegable que, tal y como hacía Duke Ellington con su propia orquesta, The Meridian Suite ha sido creada pensando en las cualidades de cada uno de los miembros de su banda. Conseguir contar con grandes profesionales —líderes a su vez de sus propios proyectos— es un valor para la banda, pero conocerlos musicalmente y aprovechar sus cualidades es el verdadero mérito que aporta mayor coherencia y naturalidad a la composición de la suite.
Es difícil imaginar a otros dos músicos que no sean Seamus Blake y Thana Alexa sonando a un tiempo como uno solo. Hecho éste que no coerció las expresiones individuales de cada uno de los músicos , sino que de hecho las potenció en cada uno de sus solos.
Así, pudimos escuchar un trabajo de gran cohesión de Blake al saxo y EWI durante el desarrollo de la suite, pero fue en los solos de saxo donde desarrolló ad libitum su música como individuo: desde los fraseos más clásicos y sus hermosas escalas bachianas, pasando por el rock, el blues y su expresivo dominio del lenguaje bop.
Las interpretaciones siamesas que compartió con Thana Alexa crearon una infalibilidad fascinante. El control sobre el tempo de Alexa, su inteligencia para utilizar su amplio registro como elemento de la suite y su dominio del scat fueron piezas imprescindibles para entender este viaje musical que propone Antonio Sánchez, que ha sido capaz de hacernos visitar diversos meridianos no sólo a través del relato de la composición, sino de los propios miembros de la banda, ya fuera en quinteto o, por momentos, en trío de jazz. The Meridian Suite presenta y revisa sus leitmotivs como herramienta para hacernos reconocer lugares o estados anímicos, en ocasiones envueltos en un clima característico; volviendo a ellos cuando el viaje conceptual de la composición de Sánchez lo requiere.
El bajo de Brewer marca una rítmica clara, pero será su contrabajo—tanto en su acompañamiento como en sus improvisaciones en solo— el que aportará la profundidad, que, junto al trabajo imaginativo y de inagotables recursos de la batería de Sánchez, y el personal y comprometido desarrollo musical de Escreet al piano y Fender Rhodes, conforman una sección rítmica que traspasa tal concepto.
Un relato original, viajando entre géneros, con ritmos que se doman al antojo de la narración, retos modales, evocaciones, reflexiones musicales: toda esta Odisea en pentagrama consiguió ser transmitida con éxito a través de cinco movimientos y cinco músicos que fueron uno solo.
Texto: © Mirian Arbalejo
Fotografías: © Sergio Cabanillas
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