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'La Cesión de las Voluntades'



Estoy convencida de que esto que voy a contar le sucede, en mayor o menor medida, a la mayoría de las personas. Me refiero a integrarnos en ciertas costumbres y ritos, de los que están bien arraigados en nuestra sociedad, y hacerlo con cara de póker como opción menos retraída.

Por ejemplo: la nochevieja. Por alguna razón llevar a cabo un rito a las doce de la noche parece una buena idea. Tragar doce frutas en doce segundos también lo es. Armar jaleo y tirar petardos hasta la mañana destrozando la salud física y mental de humanos y caninos está permitido "porque es nochevieja". Y posee también un aspecto que siempre me ha llamado la atención: la convicción de que al cambiar de año las cosas cambian ("este año va a ser mejor", "qué ganas tenía de que se acabara este año") cuando en realidad, al pasar de 23:59 horas a las 00:00, tu ciática, tu hipoteca, tu desengaño, tu desempleo van a seguir exactamente igual. 

Pero este pensamiento (el de que las cosas cambian por pasar de un día de diciembre a otro en enero) carga algo diferente al rito de la prueba de las frutas. Busca esperanza. 

Por primera vez en mi vida me he visto definiendo un año (o sea 365 días específicos) como malo. 2019 ha sido física, psicológica y emocionalmente el año más duro de mi vida. La idea de usar el comodín mágico del cambio de año me resultaba útil... o más bien necesario. Por supuesto, enero no cambió mi situación. 

En noviembre de 2019 me sometí a una cirugía muy agresiva de la que no sabía cómo iba a salir. Llegué a ella en un estado físico complejo, tratando de enfocar mis fuerzas en estar tranquila y pasar el trago (aunque por alguna ley no escrita siempre hay factores del entorno especialmente hostiles cuando se busca una cierta serenidad). 

Las primeras semanas de convalecencia me resultaron desafiantes porque, pese al profundo agradecimiento que sentía hacia mi equipo médico y el lógico malestar físico, me vi incapaz de invocar la cara de póker ante lo normalizado pero insoportable para mí: la falta de intimidad y privacidad, la necesidad de independencia, la falta de fuerza para leer o escuchar música... condiciones en las que me iba perdiendo a mí misma y no podía sino observar cómo giraba el mundo. Giraba mal. Mal. Mal. Mal como siempre, pero en aquellos momentos me molestaba continuamente que fuera así. No sucedía nada diferente; era yo quien ya no reflexionaba para mí misma sobre lo evidente —como todos hacemos— sino que vivía en una constante sensación de que todo ese mal hacer que tragamos a diario era insoportable y desesperante.

El primer día que tuve algo de fuerza escribí una frase sobre algo que consideraba evidentemente erróneo. Al día siguiente, otra. Más adelante, un párrafo. 

Y así, sin planificarlo, acabé escribiendo un ensayo sobre el papel de los individuos en las sociedades y el ínfimo valor que damos a entregar nuestra voluntad (a menudo inconscientemente) a otros que no la van a utilizar a nuestro favor, y cómo esta cesión de nuestra voluntad conlleva poderosas consecuencias en la sociedad que conformamos, los sistemas de creencias, las formas de gobierno y hasta nuestras horas de ocio. 

«¿Tiene acaso algo de positivo o atractivo no elegir? ¿Por qué cedemos tan generosamente la gestión de nuestras voluntades?»

Mi deseo es que el libro llegue a muchos. Puede que haya pasajes que nos hagan sentir algo incómodos (o puede que no) pero tengo la sensación de que muchos se sentirán menos solos.

El ensayo bucea en parcelas (como los sistemas de creencias) que en modo alguno tratan de herir sensibilidades, pero es inevitable escribir un ensayo así sin reflexionar sobre temas vitales, y advertiréis que, si leéis con atención, se trata cada capítulo con la mayor honestidad posible.

Espero que os resulte de interés.


Mirian



Comentarios

Leopoldo Simó Ruescas ha dicho que…
Decía Ortega (más o menos) que aunque elijamos no decidir, hemos hecho una elección. Pero dejando al margen el pensamiento orteguiano, a mi juicio, este ensayo sobre La Cesión de las Voluntades conduce en todo momento al concepto de LIBERTAD.
Todo en nuestra vida está condicionado por nuestro entorno, formación y por lo que ha ido en nosotros decantando la experiencia. Cuanto más enriquecedor sea todo ello más libre será nuestra voluntad y nosotros mismos. Gracias Mirian.
Mirian Arbalejo ha dicho que…
Leopoldo, no me había planteado esta lectura sobre la libertad como hilo conductor; posiblemente por mi enfoque dirigido a la voluntad y su cesión (o la imposición de los sistemas de creencias)

He vuelto a leer el ensayo y encuentro la voluntad y la aspiración a la libertad conceptos muy cercanos, aportando quizá mayor motivación a los individuos para resistirse a la la cesión.

Gracias por tu reflexión.

Un abrazo. Mirian.
Leopoldo Simó Ruescas ha dicho que…
Mirian, ya dije que no resulta fácil comentar este ensayo en base a tuits. Y tampoco es cosa de alargarme aquí. Sólo decir que ser libres de condicionantes facilita nuestra capacidad de decisión. Puede que haya algún momento, cuando pase esta locura del Covid-19, para profundizar algo más.
Gracias a ti.
Un abrazo.

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