Lugar: Festival de Jazz de Madrid. Auditorio del Centro Cultural Conde Duque. Madrid
Fecha: 3 de noviembre de 2016. 19:30 horas
Aforo completo
Aziza
Dave Holland: contrabajo
Chris Potter: saxofones
Lionel Loueke: guitarra
Eric Harland: batería, percusión
La expectación en torno al concierto de este cuarteto era patente antes incluso del comienzo del mismo. El vaivén de numerosos aficionados se tornaba frenético en el vestíbulo en busca de una entrada porque, no por primera vez en el festival, el cartel de entradas agotadas llevaba tiempo exhibido. Quizá para otra edición se prevea la ubicación de un auditorio de mayor aforo para ciertos conciertos.
En cualquier caso, pasada la ávida antesala era fácil de imaginar el entusiasmo que se vivía entre las butacas. Y no era para menos, cuatro grandes músicos, habituales líderes de sus propios grupos, se presentaban en cuarteto prometiendo equidad musical; tanto era así que la agrupación se presentaba bajo el nombre Aziza, título de su disco, anunciando que en esencia no sería un cuarteto liderado por ninguno de ellos.
La presencia del guitarrista beninés Lionel Loueke representaba la promesa de ritmos africanos y la aportación de otras inclinaciones musicales menos occidentales a las acostumbradas por el resto de la agrupación.
El mensaje llegó claro con Aziza Dance, tema que abrió el concierto desde la interpretación de Loueke, con un backbeat que pronto trascendió la propuesta en su álbum, con un embate decididamente funky al que pronto se unió la inventiva percusión de Eric Harland. Holland y Potter reclamaron el tema a un tiempo y el primero de ellos nos regaló un solo para recordarnos que su contrabajo es El Sonido. Ya sea en solitario, en cuarteto, en su inolvidable octeto… la nitidez, la creatividad y la elegancia fueron definitorias en los regalos sonoros que ofrecieron tanto Holland como Chris Potter.
Las exploraciones que siguieron como cuarteto fueron interesantes pero levemente chocantes como un todo, pues en cierto punto decidieron dejar de hablarnos en el idioma que hasta el momento habían elegido, llegando incluso a un free casi inevitable en los derroteros que había tomado la interpretación. Retomó Potter la conversación con aquel idioma en que habían estado conversando previamente, creando un terreno incierto pese a la perfecta dicción de sus oradores.
Mayor coherencia encontramos cuando Aziza Dance se convirtió en Walkin’ the Walk, transicionando los temas Holland con, cómo no, un walking que cedió el testigo a Potter, haciendo danzar la melodía a su gusto y virtud mientras Holland y Harland mantenían una rítmica imaginativa y sólida. Porque esta vez la confluencia de ideas e idiomas fluyó con sentido y, posiblemente, el artesano que más peso tuvo en amalgamar la materia prima del cuarteto recayó en el trabajo de Eric Harland, instigando al cuarteto hacia el sentido de un todo tanto en el grupo como en tema.
Este lugar común de esencias, desarrollos creativos e influencias musicales casi topográficas siguió marcando un camino sólido durante el resto del concierto.
Loueke, Holland, Potter y Harland. (Álvaro López del Cerro/Madrid Destino) |
¿Cuántos músicos son capaces de reproducir la música sinfónica del siglo XX con un solo instrumento? Chris Potter al saxo soprano puede. De hecho, difícil será el reto que este músico no pueda no sólo cumplir, sino transcender. Chris Potter pertenece ya a la historia de los grandes de su instrumento, y en este Blue Sufi llevó al cuarteto a un mundo de ensueño que jugaba con las dualidades del ritmo y la melodía, y la visita a oriente y occidente. Este viaje sin respiro desembocó en la envolvente Friends, tomando Loueke el papel de rapsoda con su voz y su guitarra. Pero ya fuera en balada o en el regreso de los juegos percusivos con sus caricias africanas de Sleepless Night, el cuarteto siguió mostrando una deferencia por la creatividad y el intercambio de ideas, pero, sobre todo, trató de encontrar un lugar común entre lo heredado y la individualidad de su realidad musical, entre lo acústico y lo eléctrico, entre oriente y occidente, y entre el ser y el hacer.
@ Texto: Mirian Arbalejo
@ Fotografía: Álvaro López del Cerro/Madrid Destino
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