Quizá, en el momento en que está sucediendo, no somos conscientes de ello. Al fin y al cabo, cuando eres testigo de algo extraordinario, parte de su definición consiste en que su fuerza gravitatoria te ha atrapado. Es con el reposo y, sobre todo, el poso que va quedando en nuestra memoria personal y colectiva, cuando empezamos a vislumbrar la trascendencia de los hechos más allá de nuestra percepción original.
Bob Sands fotografiado por Sergio Cabanillas |
Es fascinante ser testigo de hechos artísticos de tal valor que llevan a la certeza de haber presenciado historia del jazz en España.
En Madrid en las últimas décadas, pese a la hostilidad (no ya despego) generalizada de administraciones e instituciones, hemos visto historia del jazz suceder ante nuestros ojos y oídos.
Uno de los capítulos más vibrantes ha sido obra de Bob Sands, a quien la comunidad del jazz tratamos de decir gracias y adiós con bastante dificultad.
Buscando entre mis textos, encuentro a Bob y, especialmente, a su criatura — la Bob Sands Big Band— nombrados durante casi tres lustros: la primera mención es de 2007, y deseo con todo lo que soy que la última no sea hoy y su legado continúe.
Bob Sands consiguió algunos milagros en Madrid y el resto de España. Suerte la nuestra cuando decidió en su viaje desde su natal Manhattan a París parar en Madrid a comienzos de los noventa.
Su presencia y su trabajo como docente motivó a una generación de músicos y, aunque él tenía cierto apego al cuarteto de jazz, fue con la devoción —y me consta que con severidad— de cruzar con la cabeza alta el colosal puente del legado, con la que creó la Bob Sands Big Band (BSBB). Pero fue esa disciplina la que la situó en un nivel de ensueño, y que supuso un baluarte del swing y la excelencia en forma de dieciocho músicos ofreciendo algo que no habríamos osado escuchar en los clubes de Madrid.
De modo que, sí, Bob Sands creó milagros, y uno que ellos fue convertir el lunes en nuestro día favorito de la semana. Porque los lunes se iba al Bogui a escuchar a la BSBB.
Hace algún tiempo una lectora me comentó que su texto favorito escrito por mí era el de este artículo, cuyo título yo entonces no recordaba. Es del año 2014. Hoy quiero compartir este fragmento:
Pero siempre volverá a un club; en él desarrollará su mejor música, buscará su mejor forma y mostrará los proyectos que le sean más personales, llevará sus retos a la máxima expresión que le sea posible, y lo hará, sin duda –y sin remedio–, sin pretensiones económicas. Estaremos ante un ser humano que da lo mejor de sí porque quiere hacerlo; y, posiblemente, porque le sea necesario e incluso imperativo. Será un acto de coherencia, de Arte real y de tributo a lo puramente humano.
Todas y cada una de las veces que he asistido a un concierto como los que una vez al mes ofrece la Bob Sands Big Band en Bogui me he sentido afortunada, pero nunca tanto como aquella noche de verano (...).
Dedicado a Dick Angstadt.
Tenía todo el sentido dedicar aquel texto a Dick, que nos dio Boguijazz, y lo tiene que aparezca aquí hoy. Él tiene su propia historia que contar y ha sido importante para Bob estos últimos meses; fue clave entonces para que sonara este tesoro del jazz en Madrid, como el resto de clubes después.
No puedo escribir sobre aquellos días sin recordar a Cifu (y a Lenny), las horas de felicidad que nos dio aquella música, los repertorios, las interpretaciones... Y pese a la absoluta seriedad con la que Bob dirigía la big band, saltaba como un resorte cuando veía a Cifu. Se le iluminaba la cara y, en cuanto terminaba el tema, pedía un aplauso para él. Por eso Cifu gustaba de la barra del fondo, donde ser simplemente un ser humano que vibraba con aquella música.
No es de extrañar que cuando Chus Fernández se embarcó, en tiempo récord, en la creación del disco en homenaje a Cifu, Bob compusiera e interpretara con su cuarteto This One's For Cifu (probablemente emulando el título del disco de Ellington a Jimmy Blanton) tratando de compartir sus sentimientos con el lenguaje que mejor dominaba.
La búsqueda de la excelencia y la riqueza de los repertorios, que cubrían de Ellington a Sinatra pasando por Gibbs, Basie o Brookmayer, ha sido la constante de la BSBB.
Su naturaleza inquieta y generosa se refleja en hechos como que en Madrid podamos disfrutar de su música gracias a su contacto con el saxofonista y responsable de la Bob Sands Big Band, a quien entregó partituras de esta Dream Band (cuya parte del vibráfono suele correr a cargo de una de nuestras joyas de la corona, el guitarrista Israel Sandoval). Incluso llegó a hablarse de traer a Mr. Gibbs a Madrid.
Yo sigo ofreciendo habitación.
© Mirian Arbalejo
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